Apenas quedan dos días para recibir a Benedicto XVI por segunda vez en nuestro país. Y algunos ya están mostrando enseñando su verdadera cara ante esta visita. Da lástima ver los paupérrimos, cutres y catetos actos organizados contra la visita papal. Pero éstos no son más que un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Ya lo dijo aquél: la crisis económica es una crisis de valores. Pero no sólo la avaricia o la codicia han provocado esta devastadora situación; el desprecio hacia la persona y la familia que sistemáticamente (aborto, divorcio, adopciones, pensiones,...) ha demostrado el gobierno socialista también ha ayudado a la caída del ahorro fomentando una mentalidad eminentemente consumista y diabólicamente individualista.
Y esta es la verdadera España que se va a encontrar el Papa: una España que finalmente ha dejado de ser católica. Pero no por el mayor o menor porcentaje de asistentes a celebraciones religiosas, sino porque los valores católicos (que podemos resumir en haz el bien y evita el mal) han quedado sin dueño, marginados por la frivolidad laicista del “come, bebe, regálate”. En este contexto, la libertad se ha convertido en libertinaje y el verbo amar, arcaico y ultraconservador, se ha sustituido por follar, mucho más acorde a la cultura del placer que se nos impone a los hijos del siglo XXI. Pero aquí no acaba la cosa: mentir es ahora “una forma de hacer política” y los chorizos se justifican en que “todos hacen lo mismo”. ¡Acabáramos!: he aquí el quid de la cuestión: nadie quiere ser menos que nadie. Y eso, que bien podría ser afán de superación se convierte en envidia. Es lo que tiene ser hijo de este tiempo, que convierte la virtud en vicio consagrándolo como derecho. Que Dios nos coja confesados (con perdón de la blasfemia).
Mickey Walsh
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