miércoles, 21 de octubre de 2009

Here I stand, I´m your man.

Las 10 en punto. En el escenario del madrileño Palacio de los Deportes, aparece él. -Jesus was a sailor , when he walked upon the water.- Leonard Cohen no tiene ni un minuto de retraso. Ataviado con su mítico borsalino, todo de negro, sin embargo ilumina la sala instantáneamente. El público le ovaciona con un aplauso. Todavía no se escuchan gritos histéricos; más que de fanatismo y excitación, el ambiente es de respeto y simpatía hacia ese viejo poeta que sonríe delante de 10.000 personas. -First we take Manhattan, then we take Berlin.- Le siguen sus tres coristas, como ángeles de la guarda, cuyas voces casi celestiales se mezclan al tono oscuro y cavernoso de Cohen en una perfecta armonía. -I forget to pray for the angles, and then the angels forget to pray for us.- Cuando nos agradece repetidas veces que hayamos venido, me resulta irónico pensar que somos nosotros los que nos moríamos por verle, que somos nosotros los que hemos hecho cola y pagado las entradas. En cualquier concierto, me encanta esa sensación, la del músico agradecido que te recuerda que gracias a tí él llena estadios. Después, con su voz tenebrosa, Leonard Cohen suelta un humilde " We´re going to give you everything we´ve got". Y se puede decir que así lo hizo. -Everybody knows, that´s how it goes.- Fueron tres horas y media de concierto, con un intermedio de veinte minutos, en los que no faltó, que yo recuerde, absolutamente ningun buen tema. Desde la conocídisima y romántica balada " Suzanne" hasta el tono de poesía catastrófica de "Everybody knows", Leonard Cohen homenajeó su obra completa. Hubo referencias al gospel y también a la guitarra española, con el impresionante solo de varios minutos de Javier Mas. - But you don´t really care about music , do you. -
En la segunda parte del concierto, la interpretación de la mítica e inmortal " Hallelujah" fue el momento de mayor complicidad entre él y nosotros. Siempre me ha sorprendido que esta canción sea conocídisima hoy, pero que muy poca gente sepa que él la escribió. Con "Take this Waltz", hizo un más que bienvenido homenaje a Lorca, mientras que en "Chelsea Hotel #2" narra, muy naturalmente, la aventura sexual que una vez tuvo con Janis Joplin. -For you´ve touched her perfect body with your mind. -
Habían sonado ya tantas canciones que llegó un momento en el que parecía lógico que ya iba a terminar el concierto. Típico momento en el que siempre sueles pensar que falta una, la que más te gusta. Me ocurrió con " So long, Marianne" al mismo tiempo que una ligera sensación de decepción me invadía. Pero, como si hubiese leído mi pensamiento, volvió a salir para cantarla. (Momento en el que obviamente me puse a gritar y aplaudir como una groupie histérica). Me gusta creer que salió por mí. -She holds on to me like I was a crucifix. -
Parecía que Cohen nunca se iba a marchar, era como si le costaba dejarnos. -So long Marianne, it´s time that we begin to laugh, and cry, and cry, and laugh over it all again.- En las últimas canciones, la mayoría de sus fans teníamos una sonrisa en la cara que nos clavó con sus letras.
Me voy a despedir de vosotros como lo hizo Leonard Cohen de nosotros.

" Goodnight my darlings, thank you for this wonderful evening.
Take care and drive safely. May you always be surrounded by your friends and family, and if you´re not, may God be with you in your solitude. Thank you. God bless you"


Ziggy Stardust.

domingo, 18 de octubre de 2009

Zapatero y el derecho

El gran Agustín de Foxá afirmaba en su Madrid, de corte a checa que en España detrás de la cruz estaba el diablo, pero no el vacío. Con esto quería poner de manifiesto la incapacidad de los hispanos para ver la amplia tonalidad de grises que va del blanco al negro. Y tenía razón.
Han pasado ya muchos años de aquella guerra fratricida, pero las palabras del aristócrata madrileño continúan vigentes gracias al empeño de esa pandilla de necios que se hacen llamar socialistas. Estos carcas progresistas se empeñan en separar España en dos bajo el viejo axioma de “estás conmigo o contra mí”. Lo han hecho con la ley de memoria histórica, con la ley de matrimonio homosexual, con la aprobación del Estatuto de Cataluña y un sinfín de leyes tan sectarias como las promulgadas allá por la década de los treinta… La última que se les ha ocurrido es la ampliación de la ley del aborto.
No quiero hacer una defensa jurídica del derecho a la vida (me parece que se defiende por sí sólo), pero me van a permitir que les recuerde que en España el aborto es un delito despenalizado en tres supuestos. Así lo ha reconocido el Tribunal Constitucional cuando se le ha preguntado y así consta en el Código Penal. Con la nueva ley, el Gobierno de ZP pretende no sólo la supresión del aborto como delito tipificado en el Código Penal, sino auparlo a la categoría de derecho. ¡Tóquese usted el níspero, don Baldomero! En otras palabras, que volvemos a los días del “nosotras parimos, nosotras decidimos”, vaya un progreso.
La excusa para esta ley es la de siempre: el clamor popular. Sin embargo, todos sabemos que en España, con la ley vigente aborta quien quiere y, además, de forma legal. No, no es el clamor popular lo que ha llevado a Zapatero a esta ley.
La razón cabe encontrarla en el odio socialista al derecho. Alguno pensará que exagero, pero me van a entender muy pronto: ¿Recuerdan la detención el año pasado de ese doctor de pacotilla llamado Morín? Se le acusaba de cometer abortos fuera de los tres supuestos despenalizados, un delito, insisto, tipificado como tal en el Código Penal. Pero, claro, era “uno de ellos” y la progresía no podía permitir que uno de ellos fuera a la cárcel, así que los sociatas en el Gobierno comenzaron una movilización en defensa de Morín que culminó con Zapatero declarando que nadie iría a la cárcel por un asunto como el aborto mientras él estuviera en el Gobierno, con lo que, por primera vez en la historia, un presidente del gobierno de ponía de parte de los delincuentes. Inaudito, pero así es. Si esto no es odiar el derecho, que venga Dios y lo vea.
Además, da la casualidad de que en España nadie ha ido a la cárcel acusado de abortar, con lo que las palabras de nuestro querido profeta de León son tan vacías como absurdas. Pero a estas alturas de partido, ¿alguien medianamente inteligente se cree las patrañas de ZP?

Enrico Palazzo

La secta de los ineptos



Allí donde el último ápice de organismo humano persiste, perdura la más afamada de las razas. Es tal que el racismo no ha pasado por sus carnes puesto que ya se han encargado sus venerados miembros de que así sea. Esta pintoresca raza habita en la inmundicia del orgullo y en el espectáculo de la mediocridad. Son pobladores de periódicos increíblemente parciales, televisiones convertidas en califatos e incluso de destartaladas tertulias diarias. Cualquier momento es bueno para que estos tan ilustrados componentes aprovechen para hacer gala de su condición.
La erudición cada vez más barata, reducida al breve conocimiento de la noticia, sirve para exponer teorías de lo más relevantes. En esta secta no es preciso ser experto en ningún campo de conocimiento. Tampoco lo es, ser único valedor de la realidad. Uno de los requisitos más importantes de su decálogo es reunir todas las capacidades propias de un buen charlatán. Ciertamente son muy amigos del dijeque y del penséque aunque ellos todavía no han tenido posibilidad de aceptar su amistad. Las previsiones para esta secta se antojan favorables debido a la aparición ininterrumpida de asuntos que tratar.
Las universidades involucionan a marchas forzadas sin darse cuenta de la cantidad de charlatanes en potencia que habitan en el corazón de sus pupitres. El problema no parece tan grave, siempre y cuando el buen y jovencito charlatán le enseñe a su progenitor el título de una carrera que ni tan siquiera él quería hacer.
Lástima que no se aclaren respecto a su filosofía: escepticismo unas veces, ingenuidad en otras, pero, en suma, charlatanería. La estrategia resulta ser bastante clara: en caso de emergencia, tire del noble recurso de la descalificación con tal de distraer las lagunas de la propia argumentación. Eso sí, el talante es el último de los papeles que uno está permitido a perder. La tolerancia ya es otra cosa distinta.

Luiggi Pirandello