miércoles, 16 de diciembre de 2009

¡Laica Navidad!

Parecía increíble cuando se confirmó la noticia. A orillas del río Sarno (cerca de la actual ciudad de Nápoles) han sido encontrados unos restos de tablas pulidas, en cuya parte final se podía apreciar perfectamente tallada la rúbrica de un sujeto llamado Flavio Pompeyo. Al parecer, dicho sujeto se trataba de uno de los "cronistas" que acompañaban al César en sus viajes para certificar los hechos atisbados. Por el material empleado y la calidad de la caligrafía, se puede datar entre el siglo 5 y el siglo 3 a.C. La labor de comprensión del texto no resulta fácil debido a que muchas de las partes de las tablas se encuentran en un estado de descomposición absoluta. No obstante, eruditos de la facultad de Arqueología de la Universidad de Harvard han podido revelar un fragmento de lo más desconcertante. En él se menciona en repetidas ocasiones la palabra Nativitas infanti. Por la época en la que se sitúa este resto y el emperador del que se hace referecia (habla de la juventud de Augusto) parece cronológicamente imposible que tenga que ver con el concepto de Navidad al que estamos habituados. Siguendo la lectura que hacen dichos científicos sobre el asunto, en la tablilla se describe cómo en el día vigésimo quinto del décimo mes en el calendario juliano se llevaba a cabo una especie de festividad romana. Ésta no gozaría de importancia sino fuera por la íntima coincidencia con nuestra festividad del nacimiento del Hijo de Dios. Según queda recogido en el hallazgo, en el día señalado, los hijos varones nacidos de progenitores poseedores de la ciudadanía romana serían premiados con una ofrenda de doce monedas de oro. Este día, tal y cómo describe Flavio Pompeyo, con el paso de los años, se había convertido en un evento señalado en el que las familias se reunían para celebrar la llegada de nuevos vástagos romanos.
Como se ha podido observar en otras fuentes conocedoras del tema, durante el siglo 4 a.C una epidemia desoló gran parte de la población romana de la Península Itálica. La causa fue un hongo crecido en las cosechas de unas laderas cercanas al Lazio. Es por ello que se entiende la intención de Augusto al premiar a todas aquellas familias que contribuyeran al aumento de la natalidad.
Este sorprendente documento podría hacer tambalear los pilares del cristianismo pues otorga la festividad de la Navidad a un hecho totalmente distinto al celebrado hoy día. El laicismo, por su parte, se frota las manos con la esperanza de poder justificar la festividad navideña sin un motivo estrictamente religioso. De confirmarse la vericidad del texto, nos encontraríamos ante una celebración alternativa nunca antes vista y, según algunos sectores, ocultada por el Vaticano. ¿Qué lugar ocupa para los no católicos la festividad del nacimiento de Cristo entonces?, ¿Qué sentido tiene el establecimiento de símbolos religiosos navideños en las calles de nuestras ciudades con el dinero de los contribuyentes? y lo que es más importante ¿porqué se celebra la festividad cristiana y no la de procedencia romana?La respuesta es tan absurda como la noticia que acabo de citar. La hipocresía del estado laico en estas fechas festivas, sobrepasa el límite de lo absurdo. Al igual que sucede con la reacción desmesurada de todos aquellos que se sienten ofendidos por la retirada de símbolos navideños en distintas partes de Europa. ¡El sueño del laicismo radical por fín se ve cumplido! Usted preocúpese por su propia integridad espiritual y déjele el cuento a Flavio Pompeyo...

Luigi Pirandello