martes, 13 de septiembre de 2011

Crónica de verano

He cautivado al mundo entero con mis versos. He caminado España de punta a punta, descalzo de sentimiento. Le he mirado las hermosas piernas a todas y cada una de sus ciudades. He maltratado sus calles, manchadas por la mentira de sus esquinas. He fracasado al intentar colarme en tus sueños y decirte a la cara lo que pienso. He reido y he llorado; por ti y por mi fiebre frustrada de verte durmiendo. Me he insinuado a la propia lujuria, maltratando los sueños ardientes de mujeres que nunca marchitan. He contemplado a un amigo reir de dolor, inconsciente de los crímenes que es capaz de cometer el amor. He andado los pocos senderos que se dirigen a la cordura, y en ninguno de ellos he visto una voz que por sencilla, fuera bonita. He vencido a horteras de barrio con un gesto altanero. He sido torero de puerta grande en las peores plazas; y de las mejores, aún me duelen las cornadas. No renuncié a soñar, que es lo divino, sino que me aterra ahogarme solo en lo onírico, sin saber qué hay de cierto en todo aquello. He abusado de una labia fabulosamente asquerosa. He prometido cosas sin saber siquiera si existían. He juntado tres sonetos y un vaso de ron para hacerle un remiendo al olvido. He sabido precindir del amor, pues pesaba mucho en el camino. He conocido amigos que se mienten y amantes que se aman. He aprendido a apreciar la paraplejia mentar de arpías indecentes. Todavía no se han dado cuenta de que su desdén endiosado no consigue hacerlas más guapas. Ya no quiero más cosa que vestir a los santos que calmen mis delirios. Por favor, denme un respiro; necesito poner mi alma en conserva; quién lo diría, necesito enterrarme en la sangrienta rutina...

Luiggi Pirandello