lunes, 14 de septiembre de 2009

Tarantino is back


Entras en la sala. Las luces se apagan y el silencio se apodera de la estancia. Comienza la proyección: una pradera verde y un padre bregando en las tareas del campo. Parece el comienzo del enésimo western crepuscular. Es un prólogo largo y pausado, efectivo homenaje a los vaqueros de antaño. Acaba de comenzar Malditos Bastardos, lo último de Tarantino
Tras la inquietante introducción, dos horas y media de una nueva obra maestra del último niño mimado de Hollywood: una mezcla entre la originalidad y la sátira de Pulp Fiction y la elegancia formal de Kill Bill.
He de reconocer que tras el sonoro tropiezo de Death Proof (o no la entendí o simplemente era muy mala), quedé consternado pero no perdí la esperanza. Lo único interesante de aquella película era la secuencia repetida de un espectacular accidente. Y a eso nos aferrábamos los fans del realizador. Y éste nos ha dado la razón, levantándose con brío y destreza, al presentarnos una de las películas más interesantes del año.
El argumento en sí es sencillo, pues el tema del nazismo y la resistencia heroica de los opositores a Hitler está ya muy manido (el último ejemplo lo tenemos en Resistencia, con Daniel “Bond” Craig). Sin embargo, en manos de Tarantino suena a nuevo, diferente, desconocido. Una de las novedades que introduce es la división de la película en cinco capítulos, cada uno de ellos imprescindible y a la vez autónomo (casi todos tienen su propia introducción, nudo y desenlace).
Otra de las características más loables del film es el sentido del humor que destila cada fotograma a pesar del dramático asunto del que se trata. Tarantino, en una reciente entrevista, reconoció que disfrutó riéndose del espectador con esta película y la verdad es que es el espectador el que disfruta con las carcajadas del director. Unas carcajadas ácidas y críticas con los americanos (los malditos bastardos del título) pero que también denuncian la hipocresía del mundo cuando se habla de cualquier totalitarismo. Este mensaje viene refrendado por la genialidad con la cámara de un Tarantino en estado de gracia. Atención al desenlace en el teatro, sencillamente extraordinario.
Pero es de justicia destacar que la película no sería la misma sin la participación de Christoph Waltz, magnífico en su papel del coronel Hans Landa. Su magnética interpretación ya le ha valido el premio en Cannes y una nominación al Oscar parece lo mínimo por un trabajo lleno de matices. Hasta bebiendo un vaso de leche resulta inquietante. En resumen, que a su lado Brad Pitt parece un actor de segunda, y eso que el marido de Angelina Jolie está glorioso en su divertido papel de jefe de los bastardos.

George Bailey

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