lunes, 28 de septiembre de 2009

El arte del desarte



Quizás me equivoque pero no existe un espectáculo más delicioso que observar a los huéspedes diarios que ocupan el museo del Prado al contemplar las más preciosas obras de arte que este museo alberga. Se oyen todo tipo de perlas de lo más sabias, gracias a las cuáles hasta un joven desprovisto de cultura podría seducir a la más bella de las sílfides del lugar. "Si te fijas bien, Velázquez intenta que nos demos cuenta que la pobreza en el mundo debe ser erradicada", "Velázquez era un visionario y ya se dio cuenta de que las hijas del los reyes no iban a ser demasiado hermosas" u otros de lo más revolucionarios "Velázquez pretende enseñarnos la cara B de la monarquía y por ello debemos levantarnos contra toda clase de gobierno totalitario". Claro está que al oir aclaraciones de este estilo, sumadas a las de otros pseudogenios conforman una atmósfera, cuanto menos, cómica. Para ser honestos, la gran mayoría que acude en tromba a esta meca del buen gusto va animada por el hecho de mirar a los ojos a Mirabárbola y a sus entrañables hermanas, nada de complicarse con otros artistas complejos y exentos de sentido racional. Incluso yo me siento maravillado una vez que puedo sentirme como el ilustre don Diego mirando a la escena desde mi caballete.
La parafernalia del arte moderno ha ido siguiendo la estela (en lo que a importancia se refiere) del arte clásico y de corte histórico. El arte moderno me ha hecho llegar a una encrucijada en la que no soy capaz de distinguir lo que es bello de lo que no o, mejor dicho, lo que es artístico de lo que es un esperpento. Aunque casi hay ocasiones en las que el esperpento es algo bello. Soy una especie de invidente que no sabe distinguir lo que es una rata de una ardilla. Todo ello en parte propiciado por el espíritu obligado de transgresión que muchos de los artistas modernos comulgan. Me devano los sesos intentando descifrar el mensaje que se propone al plasmar, por ejemplo, un punto negro sobre un fondo blanco. Despojándonos del dramatismo, hasta mi futura sobrina sabría elaborar a partir de su fantasiosa e imberbe mente una posible interpretación pese a rozar el simplismo. Mi intención no sólo reside en crispar a genios y galeristas de tan actual escuela sino en tratar de comprender la vehemencia de sus obras con respecto a lo que conocemos como arte. No pretendo ser dogmático cuando alego que el arte debería ser una expresión humana de emociones, sentimientos o simples visiones del mundo que le rodea a partir de distintos medios. Como en todas aquellas facultades que posee el ser humano, existen individuos más duchos y, otros, menos capacitados por la Providencia para el desempeño de dichas capacidades. La posibilidad de realizar mejor o peor una actividad se recibe de manera innata o se va puliendo con el paso de los años. De todas formas, la discriminación en el arte moderno nunca ha sido registrada y hasta el más patán de los artistas podría conquistar las paredes del mismísimo MOMA. Con todos mis respectos, el arte moderno ha quedado limitado a una especie de concurso en el que el ganador del premio gordo resulta ser aquel que haya dado con la rareza más estrafalaria. Ya no importa si se siguen unos cánones o no. Eso forma parte del pasado. La violación, cuanto más sútil y degenerada de las formas estéticas, resulta ser la alternativa más fiable para engrosar los bolsillos de artistas y mecenas. No por ello tengo que ser injusto y reconozco la valía de autores realmente capaces de transmitir desde una expresión de júbilo perfecta a un lamento crudo y desgarrado.
Todo ello siendo dicho desde una visión plebeya. El arte moderno resulta ser una constante interrogante y eso es lo que prima. No hay formas ni trazos perfectos, sino interpretaciones monstruosamente destartaladas. Probablemente será un problema de maestros bien afamados que sin el apoyo de su veredicto, te consiguen avocar a un pozo sin fondo. Pues en cuanto repaso galerías, ferias o cualquier otro nido de expresión moderna me hago las mismas preguntas: ¿Qué es el arte moderno?,¿acaso una patraña?, ¿un grito hacia ninguna parte?, ¿unos versos mal rimados?, por favor, qué alguien me diga: ¿qué es el arte? el arte, es la expresión del desarte.

Luigi Pirandello

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