viernes, 29 de octubre de 2010

Algo bueno tenía que tener





Nos guste o no, pertenecemos a una generación cuya mayor influencia educativa –fuera de la familia y el colegio y casi en el mismo porcentaje de ambas- ha sido la televisión. La llamada caja tonta ha demostrado ser más lista que el hambre, colándose en millones de hogares para unificar nuestro pensamiento, dormir nuestras conciencias y alcanzar una falsa armonía social que nos ayuda vivir todos juntos en un país multicolor, que diría una abeja.

Por este motivo reconozco que no soy muy fan de la televisión. Más bien, soy uno de esos frikis que prefieren un buen libro antes que saber el último ligue de Cristiano Ronaldo, los hijos ilegítimos de Dinio o los problemas matrimoniales de la condesa de Villaconejos. Sin embargo, últimamente han surgido en la televisión algunos de los mejores personajes jamás creados por la mente humana (algo bueno tenía que tener, digo yo). Y hoy me quiero fijar en tres genios de tres geniales comedias:

El primero, y por ello el mejor, es el inigualable Ari Gold. Todo lo que surge de boca este histriónico agente es cinismo, hipocresía y crueldad. Sin embargo, la defensa encarnizada hacia su familia también ha logrado conmovernos. En resumen, es el ¿típico? personaje que objetivamente tiene que caer mal y, sin embargo, su personalidad arrolladora hace que el odio mute en amor incondicional. De esta forma, Ari Gold se convierte en el verdadero protagonista de la función y debería ser el dueño de ese séquito que hasta ahora pertenece a un niñato con ínfulas de estrella, perfil que abunda en el firmamento de Hollywood. Jeremy Piven, actor que interpreta a Ari, le debe la mitad de su fama a este personaje. Pero es igualmente cierto que Entourage le debe la mitad de su éxito a Jeremy Piven. En otras palabras: son la combinación perfecta en una serie casi perfecta (y digo casi porque la puta de Shasha Grey ha avinagrado con su presencia la última temporada…).

Otro gran, grandísimo personaje de la televisión es el Jack Donaghy de Alec Baldwin en 30 Rock. Irlándes, católico, machista pero mujeriego, Donaghy es el arquetipo del conservador americano. Sin embargo, nadie ha sabido plasmar como él las bondades sobre el éxito profesional y el mundo de los negocios (desde un punto de vista sarcástico y mordaz, evidentemente). Sus consejos sobre los hombres y las mujeres a Tina Fey son memorables, como lo son también sus verdades sobre temas tan banales el como el vestuario de Liz Lemon o de tanta enjundia como las costumbres americanas o las tensiones entre su religión y sus (bajas) pasiones.

Por último me gustaría acabar con otra joya de la corona del mundo televisivo: Phil Dumphy de Modern Family. He de reconocer que esta serie me daba mucha pereza, pues las familias disfuncionales son tema recurrente en el mundo televisivo americano: Malcolm o The middle son algunos ejemplos de los últimos años, pero antes fueron Matrimonio con hijos, Los problemas crecen, Cosas de casa, Alf, Roxeanne o Todo el mundo quiere a Raymond. Sin embargo, Modern Family es tan políticamente incorrecta pareciendo tan políticamente correcta que me ha obligado a comerme mis palabras y rendirme a sus pies. Ahora reconozco estar enamorado de todos sus personajes (en especial de Sofía Vergara, por motivos más que evidentes), pero elijo a Phil por dos motivos: por su amor a su familia (ver cuando celebra su aniversario o monta la fiesta de cumpleaños de su hijo) y su inmadurez patológica (ver cuando su hija anuncia que ha cortado con su novio y él sólo atina a balbucir apenado que escribirá un sms al ex para ver cómo está).

(NOTA: Alguno se quejará de haber dejado de lado a Sheldon Cooper o a cualquiera de los dos hermanos de la insufrible Dos hombres y medio. Para los fans de Cooper decirles que no están todos los que son, pero sí son todos los que están; para los fans de los otros dos, decirles que este blog es para gente inteligente…)
(NOTA 2: Si algún día escribo la versión femenina de este post, prometo hablar de la gran Jenna Malone de 30 Rock)

Patrick Jane

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